Antero Escandón
Artista Visual, Fotógrafo
Camino
Llegó un momento en que necesitaba una pausa para tomar perspectiva, ver a dónde iba y lo que quería hacer. Me di cuenta que lo que tenía que hacer era andar y tomar las fotografías que me hacían reflexionar sobre lo que veía en el paisaje. Debía andar por diferentes derivas para generar el archivo. Es aquí, donde comienza a gestarse el proyecto Camino. Esta reflexión me lleva a compartir lazos con el ambiente, fue encontrarme en el espacio. Al caminar a la deriva, encuentro en el paisaje lo que aprendí en el movimiento scout, creado por Robert Baden-Powell en 1907. Dentro de las técnicas de exploración en el escultismo, están las “pistas naturales”. Son los indicativos que aprendemos a distinguir en el paisaje donde identificamos signos de caminos, campamentos cercanos, zonas de peligro, actividades recientes, entre tantas otras señales. Esto me permite generar un registro con una amplia gama de posibilidades estéticas a partir de viajes y derivas. Aquí, la mirada se enfoca en el paisaje natural. Este paisaje que ha sido cuantizado en una mirada digitalizada por el aparato fotográfico. A través de la tecnología hemos mecanizado la manera en la que se construye el paisaje. Guiado por el sentido de la exploración, el proyecto Camino genera diversas vertientes del cual se han desprendido piezas como Las Cinco Puertas, Oda La Nube, Cuerpos de Agua, que luego formaría el Hexacquominó y Derivas del Desasosiego.
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Las Cinco Puertas. 2017
Dentro de estas pistas naturales encontradas en el paisaje, encontramos lecturas de los signos que muchas veces no nos percatamos que están ahí, en Las Cinco Puertas, la primera imagen de la izquierda se nos muestra un camino abierto y sombreado, donde podemos distinguir una vereda, en la siguiente fotografía el camino queda de lado, centrándose en un terreno sinuoso más difícil de transitar, la tercera y cuarta imagen posicionan el mismo árbol a la derecha o a la izquierda, donde se tendría que tomar alguna estrategia entre las piedras para cruzar el río. La última fotografía tiene mayor cercanía al cauce con un fondo espeso de vegetación. Claro que otra opción sería optar por seguir la corriente del agua, que atraviesa desde la derecha. Al plantear como puertas invisibles esta deconstrucción del paisaje, para llegar a un destino, nos damos cuenta que no hay un camino correcto, se puede transitar por todos lados, la pregunta es, ¿A dónde quieres ir?. A través de las nociones que hemos formulado para abordar el paisaje es que conectamos la memoria y la naturaleza con la obra. La fotosensibilidad juega un papel fundamental para crear la pieza, pues desde un punto dado, la refracción en la lente plantea las cinco perspectivas.
Oda La Nube
En la pieza Oda la Nube, la memoria nos refiere en cada fotograma a un recuerdo, una idea, una melodía que se mueve con el paisaje. Toda su interpretación está codificada en un lenguaje personal, que parte de la experiencia individual y se traduce desde ahí. En la exposición de Guía Para Un Cazador de Forma se les entregó la misma partitura visual a nueve intérpretes con distinto bagaje musical, que por ende, se tradujo en nueve lenguajes interpretativos de colores, tonos y ritmos particulares. Oda La Nube es un estudio visual del paisaje desde una codificación relativa a su lector. Durante un viaje por carretera desde Aguascalientes a Monterrey, vi una nube jugando en el paisaje detrás de los cables de luz. Comprendía que esa nube dibujaba una melodía. Documentaba una suerte de sinestesia, que con cada disparo transformó la información y la llevó a la memoria a través de la fotosensibilidad. Oda La Nube está planteada como una “partitura visual para solistas”. Requiere que la lectura sea individual. La sonoridad se desarrolla a partir del lenguaje y la memoria propias de su intérprete, quien con su melodía refleja el paisaje.